25.11.14

Aprendiendo a disfrutar del camino



Hace una semana os hablaba del libro de Educar en el Asombro de Catherine L'Ecuyer. En él hay un capítulo que me ha hecho reflexionar muchísimo, se llama el "Respeto por sus ritmos" y empieza así: 

"Había un Mercader de píldoras especiales que aplacan la sed. Se toma una por semana y ya no se tiene necesidad de beber.
- ¿Por qué vendes eso? - dijo el principito.
- Es una gran economía de tiempo - dijo el Mercader-. Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
- ¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?
- Se hace lo que se quiere...
- Yo - se dijo el principito-, si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría hacia una fuente..."

El Principito, Antoine de Saint-Exupéry


El capítulo empieza así... y habla de cómo los niños viven en el presente. Ni en el pasado ni en el futuro. Viven mejor que nadie el ahora. 

Es curioso porque las personas que, como yo, alguna vez han hecho meditación coincidirán conmigo en que muchas veces se intenta meditar en el momento presente. Simplemente sintiendo el ahora y sin pensar en el pasado o el futuro. Y es dificilísimo hacerlo, realmente cuesta mucho. Los mayores vivimos constantemente pensando en el futuro (lo que tenemos que hacer en una hora, dos días o incluso el año que viene, con mil preocupaciones,... ) o el pasado. 
Este capítulo me ha hecho reflexionar mucho sobre cómo vivimos los mayores y como lo hacen los niños. ¿ Por qué este cambio con los años? ¿Cómo es que hemos dejado de vivir en el presente?

Y me he dado cuenta de lo importante que es esto y de cómo los niños nos lo enseñan cada día. Nos muestran como vivir y disfrutar del ahora.

Hay una anécdota que me encanta contar. Y es que hubo una época en la que volvíamos con Greta en autobús a casa y éste nos dejaba a
tres manzanas de casa. Muchas veces tardábamos más de 45 minutos en caminar esas 3 manzanas. Y la gente me preguntaba qué hacíamos que tardábamos tanto. Greta jugaba a saltar en cada entrada de edificio hasta la acera, miraba en cada parquímetro si encontraba monedas, en cada cabina se ponía a llamar por teléfono (a sus nonnos, a tía Ingrid, ...), saltábamos y seguíamos los cuadros de la calle. 

Este paseo hasta casa era una actividad en sí misma. Era toda una aventura y una diversión. A veces, me estresaba porque quería llegar rápido a casa a jugar o por ir caminando tan lentamente y ella acababa llorando. No me servía de nada.
Para Greta, y en general, todos los niños, es igual de importante disfrutar del camino; el viaje en coche hasta el cole, el trozo que caminamos hasta el parque, ... que cada una de las metas que tenemos en el día.

Así que aquí estoy... ¡¡aprendiendo a disfrutar del camino!!

Evidentemente esto es anecdótico y no lo hago casi nunca, ojalá supiese hacerlo, ya que siempre voy corriendo a todos lados, jajaja!!! Pero en nosotros está el llegar a disfrutar tanto del camino como del fin.

¡¡Gracias pequeños maestros!!

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